Encuentros en un verso
A años luz de tus brazos las distancias no existen,
a vidas de distancia de encontrar el amor
se me seca la sangre que fue lágrima amarga
y ofrezco el sacrificio de mi carne y mis besos.
Voy pisando en los charcos que la vida me enseña
para llegar mimoso y quejarme en tu boca,
para contar al mundo que vivo de tu aliento,
que la luz no se extingue, dormido en tu regazo.
Y contar de tu pelo rebelde, de azabache,
del poema que emiten los poros de tu cuerpo
cuando el mío lo llama desde la noche eterna
que es vivir alejado de quien es ya mi okupa.
Desde el balcón te busco, anhelante, discreto,
los cuervos de la noche se devoran rabiosos
pues si estás, nada malo puede ocurrirle al alma
que te guarda en su cuerpo como lluvia de sábado.
Y de nuevo soy niño, soy hombre, soy Destino,
y no el triste cadáver en permanente invierno
que daba incluso lástima a un Caronte que hoy tiene
tu misma risa amable, tu perfume, tu sombra.
y yo, que me jurara no caerme en tus ojos,
entro en tu barca y abrazo la muerte de tu dicha.
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