Hoy no te he dicho adios... hoy no te he dicho
que quisiera fundar nuevas naciones,
que habría de borrar cada disparo,
que habría de besarte hasta la muerte;
Nunca como al decirte "¡hasta mañana!"
he sentido el mañana tan lejano,
nunca la soledad voló tan bajo,
ni fue tan triste hacer café con leche.
Tu abrazo me quemó la piel por dentro
y tampoco sabrás qué marca deja,
te lo podré decir, y has de creerme,
pero mis versos -¿sabes?-no son buenos.
Y lo que hoy no te diré, ni nunca,
es que un beso se ha muerto en mi garganta,
que se ajó tu carmín frente a mis labios
sin regarlo la miel de mi saliva.
Se me ha muerto, sin más, la valentía
de rodearte, sereno, con mis brazos,
de saltar desde el mundo hacia tus ojos,
de sucumbir al frenesí de amarte.
No, no te he dicho adiós... he contenido
el mar de Moisés, las siete plagas,
la sequía del alma, cada bala
que disparó el Destino en un segundo.
Presté oídos sordos a los niños,
al bullicio, al color, a las canciones,
por que nada me dijese que se ha ido
el tiempo de volar viejas cometas.
...Y dejé que apagara el fuego interno
la humedad de una lágrima nonata,
y me juré besarte en algún sueño
deseando que nunca lo supieras.
Así me marcharé... como ese beso,
sin brotar, florecer, sin dar siquiera
el primer paso que llene de tachones
las páginas en negro del fracaso.
Así que abro las manos y te veo
volar, huír, vivir, quedarte al margen;
abro las manos y... se muere un beso,
por no decirte adiós, para no irme.
que quisiera fundar nuevas naciones,
que habría de borrar cada disparo,
que habría de besarte hasta la muerte;
Nunca como al decirte "¡hasta mañana!"
he sentido el mañana tan lejano,
nunca la soledad voló tan bajo,
ni fue tan triste hacer café con leche.
Tu abrazo me quemó la piel por dentro
y tampoco sabrás qué marca deja,
te lo podré decir, y has de creerme,
pero mis versos -¿sabes?-no son buenos.
Y lo que hoy no te diré, ni nunca,
es que un beso se ha muerto en mi garganta,
que se ajó tu carmín frente a mis labios
sin regarlo la miel de mi saliva.
Se me ha muerto, sin más, la valentía
de rodearte, sereno, con mis brazos,
de saltar desde el mundo hacia tus ojos,
de sucumbir al frenesí de amarte.
No, no te he dicho adiós... he contenido
el mar de Moisés, las siete plagas,
la sequía del alma, cada bala
que disparó el Destino en un segundo.
Presté oídos sordos a los niños,
al bullicio, al color, a las canciones,
por que nada me dijese que se ha ido
el tiempo de volar viejas cometas.
...Y dejé que apagara el fuego interno
la humedad de una lágrima nonata,
y me juré besarte en algún sueño
deseando que nunca lo supieras.
Así me marcharé... como ese beso,
sin brotar, florecer, sin dar siquiera
el primer paso que llene de tachones
las páginas en negro del fracaso.
Así que abro las manos y te veo
volar, huír, vivir, quedarte al margen;
abro las manos y... se muere un beso,
por no decirte adiós, para no irme.
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