DESPERTAR
Grito...
¡grito! y el alma se seca sin medida,
se licúa en
mis ojos, y se me va la vida
detrás de
tu presencia, y entonces siento el frío
de gritar
sin que me oigan, en el fondo de un río.
Me calmo en
tu regazo... -¡ya, mi bien, era un sueño!-
abro
entonces los ojos, y se nubla mi empeño...
la noche
con su angustia golpea mi mirada,
en mis
brazos tenía tu vacío...¡y más nada!
Tomo aire
-"sereno, no te hundas, no hay prisa,
esto estaba
en los planes, vendrán los días buenos"-
el teléfono
suena; me pongo la camisa...
... Su voz
es como el viento silbando entre el centeno:
"¡mi amor,
muy buenos días!"... me devuelve la risa,
y
otra mañana entiendo por qué la echo de menos.