lunes, 18 de febrero de 2008



Poema de la nada





Hoy le escribo a la Nada, a esa que lo es todo
pues esconde celosa tu cúmulo de encantos,
la que se abre a mis ojos cuando tú te me duermes,
y aunque yo no lo quiera, me besas y te huyes.


Hoy la nada es mi Musa, como lo son tus risas,
tu cadera que abrazan mis cárceles de viento,
los labios que mordiera hasta saciar el hambre
que me deja el recuerdo de lo que me haces falta.


Hoy la Nada es tu pelo, el lazo que me ahoga,
pero que lo prefiero a no sentirte mía,
soy gaviota de tierra, buscando tu mirada
en el cristal oscuro desde el que te me muestras.

Y renazco contigo, soy Lázaro en tus manos,
brazos que me imagino, lo sé, pero me abrazan
como yo te deseo, sobre todas las cosas,
y me voy tras tu estela para escuchar tu pecho.


Intenso es este juego, de caminos cruzados,
de amores inventados en castillos de humo
que aún así son reales como la vida misma,
o más aún si cabe, pues son hojas en blanco.


Hemos, pues, de escribirlas, cualquier día de otoño,
se han de caer las hojas en torno a nuestros besos
y al preguntar "¿me amas aún?" he de decirte
que no, que no te amo, ... que moriré contigo.
A quien no me conozca





No me importa si dicen que parezco vacío,
pues la gente vacía nunca me ha de llenar;
tampoco las esponjas secarán nunca el mar
ni el calor de mis besos te quitó nunca el frio.

No sabrás mis caricias, ni de aquél beso mío
que nació sentenciado a no poder besar
esos labios que intuyo de sustancia de mar,
húmedos y salados como lluvia de estío,

o tus ojos abiertos, que quisiera cerrar
con un "te quiero" a oscuras, en el ecosistema
de tu cuerpo y el mío comenzando a sudar,

y llevándote al clímax de ese frío que quema
decir sin voz, a solas, lo que me he de callar,
que llenará otra página con un triste poema.




Despedida







...Lo siento, camarada... no es momento,
el pelotón te espera, y ya es de noche;
tu semblante cerúleo es el anuncio
de la tensión que entre espasmos te domina...

Tiene que ser así... ya no hay salida,
la guerra es la culpable, y yo lo siento.
saludaré a tus vecinos, a tus padres,
les diré que su hijo fue un valiente.

Vete, ve ya con todos. La hora llega.
Lamento haberte visto en este trance;
cuando todo esto acabe, sólo espero
que todo vuelva a ser como de niños.

¡Tanta sangre, Dios mío... tanta sangre!
¡tantos huérfanos de amor, hijos del odio!.

Te esperan ya en el patio... Ve, sin miedo,
que no noten pavor en tu mirada
en el último momento, el del disparo.
Respira hondo y todo habrá acabado.

Los buitres nos esperan... ¡buena suerte!
¡valientes, hasta el fin! y no lo olvides...

...apúntame directo entre los ojos,
me hablaron del mal pulso del sargento.


Tranquilo, no he hablado... nadie sabe
que tú antes de la guerra... eras mi hermano.