viernes, 13 de agosto de 2010



Malagueña de pro, sonrisa en vena,
alas de colibrí en la mirada,
refugio del Amor ante la Nada
indecente y voraz que envuelve en pena;

adalid de las noches del Parnaso,
jinete sobre el viento que abre el día,
ondina de un arroyo de alegría
sumergida en las brumas del ocaso;

esa eres, por tanto así te veo,
gigante que se cree ser tan pequeña
aunque seas inmensa cual la peña
rocosa que domina el mar Egeo.

Cual Ulises viajo hacia tu pecho
ilusionado al fin, velas al viento,
ahogando en un grito lo que siento,
esperando que todo lo antes hecho

surja con fuerza al viento que respiro
como respiro el beso de tu boca,
alimentando el alma que te evoca,
languideciendo al tiempo que te miro.

Abraza ese vacío en que me encuentras
no más cerrar tus ojos ante el mundo;
te llenaré de amor, y tan profundo
entraré en tí tal como tú en mí entras.

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