miércoles, 30 de julio de 2008







Habéis de quemar mis ojos con el hierro
candente y sanguinario del olvido;
quemaréis sin piedad lo que yo he sido,
y patearéis mis huesos como a un perro;
mandaréis mis despojos al destierro
mostrándome en la historia cual bandido...

Ni pienso que me importe, pues henchidos
mis invidentes ojos con su encanto,
la dulce musa a quien yo quiero tanto
conmigo habrá de estar; y entretenido,
nunca más seré perro, y mi aullido
a los que algún mal causan, dará espanto.

Pues será un aullido de justicia;
no será, de sirenas, un bel canto:
el grito de mi amor será noticia
y cuando la noche extienda el negro manto
resurgiré por tí; no habrá más llanto,
seremos uno, entre besos y caricias...
¡No habrá en el tiempo quien te quiera tanto!

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