domingo, 27 de julio de 2008









"Nadie me dijo que el amor doliera,
sus reglas no encontré en ningún folleto;
lo descubrí de golpe... y te prometo
que ante mí desfiló mi vida entera.

Fue extraña sensación el darme cuenta
de que algo andaba mal en mi cabeza;
por vez primera, tu aroma fue tristeza,
te volviste de nuevo cenicienta.

De verte tan cercana, te me fuiste;
una estrella perdió su alegre brillo,
tacón de aguja y conjunto de amarillo
fueron recuerdos de un gorrión antaño triste.

Fue una noche feroz. Ya no sabría
cuántas veces hundí sobre la almohada
lágrimas de dolor, almas mojadas
que vertí al soñar que te perdía.

En mi interior, un cuento se hizo añicos,
y hasta pensé en olvidarte, poco a poco...
pero no pude, amor. Me volví loco,
no puedo estar sin tí. ¡No me lo explico!

Saber que otro tus sueños habitara
hizo nacer los celos en un alma
que blanca era por ti; se fue la calma
y el Infierno llegó... con tu voz clara.

¡Me asusté, lo confieso! Tuve miedo
por primera vez, y fue algo hermoso
y trágico a la vez. Fui sospechoso
de amistad... y amor. Pero no puedo;

no puedo permitirme tal suicidio
pues perderte podría, en el trasvase.
¿puedo amarte? no debo. ¿amigos?... pase.
¿quien disfrutó tu sonrisa? aun lo envidio!"...

...aquí calló por fin. El buen poeta
revisó el pergamino que impregnara
con su pluma, mojada en sangre clara
que de sus venas brotaba, tan perfecta.

Cuando hubo acabado, la cruel luna
con un guiño avisó del alba entrante;
el poeta lloró. Por un instante
la vió tras él, presencia inoportuna.

Asustado, volcó el tintero encima
y su alma se rompio, con este gesto.
Por haberla amado, sintiose muy molesto
pues no tenía nada en más estima.

Y se durmió, al fin... le costó hacerlo,
pero aquel nombre fue su adormidera,
mágica palabra que antes de amor fuera,
de sinceridad hoy; podeis creerlo.

Y aún queda un resquicio de este amor prohibido,
no quiso eliminarlo, se sintió muy a gusto;
mas prometió dejarlo, si causara disgusto
a esa musa lejana, a ese ángel querido.

¡Adios!¡Adios! fue su ùltima plegaria.
¡Te quiero! aún muerto, se le oía...
¡No te enfades! el viento le decía
a su princesa dulce, brujilla extraordinaria...

(...Pasó hace muchos años...
conocí la leyenda
visitando el lugar donde ocurrido había.
El nombre del poeta, nadie lo ha recordado;
el nombre de su amada... ya nadie lo sabía.)




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